Nuestra Historia

Vivencias

Las vivencias infantiles nos marcan mucho. No podemos negar que nos pasamos el resto de nuestra vida rememorando sensaciones que tuvieron su origen en momentos concretos de nuestra niñez y que terminan por conformar nuestra personalidad. La elaboración del vino y todo lo que implica a lo largo del año, era parte del mundo que rodeó mi infancia.

Como en gran parte de las aldeas gallegas, cada casa elaboraba el vino para el consumo del año y esto requería de la participación de los miembros de la familia.  Para mí, esto significaba salir al campo con mi abuelo, en mañanas frías, para plantar cepas reproducidas por acodo y que más tarde se injertaban. El olor que desprendía la tierra húmeda me envolvía y sentía el calorcillo que emanaba de ella cuando me metía en las zanjas que, en gallego, llamamos “valeiras”.  Era un ritual repetido año tras año, hasta que el campo seguía su ciclo y finalmente maduraban las primeras uvas.

Quizás uno de los recuerdos más vivos que tengo y que, aún hoy, me vuelve a la memoria en cada vendimia, es la de una pequeña parra muy vieja que había en casa. Era una sola cepa pero que me proporcionaba el gran placer de cada vendimia.  Cuando la uva al fin estaba madura, mi abuelo me dejaba el único racimo que daba, solo para mí. Era una gozada comerme las uvas, directamente a bocados, sujetando el racimo con ambas manos.  Recuerdo una uva muy dulce, sabrosa, muy  jugosa… Me veo con todo el jugo chorreándome por la cara y disfrutando de una experiencia tan natural y cercana como esperada.

 Era un sabor sublime que me ha fijado el sabor del auténtico albariño de toda la vida y que evoca todo un mundo de emociones  y momentos ligados a nuestra tierra y costumbres. Es lo que cada añada trato de reencontrar en los albariños que elaboro.

José Antonio López.

 

 

El proyecto

La COMPAÑÍA DE VINOS TRICÓ es un proyecto muy personal de José Antonio López.  La bodega toma su nombre de la palabra, Tricó, que es la forma en que en algunos lugares de Galicia llaman a los  hijos tardíos, casi inesperados, que terminan siendo la alegría de la casa y los más mimados de la familia. La metáfora ilustra perfectamente el sentir de José Antonio cuando puso en marcha su COMPAÑÍA DE VINOS TRICÓ, después de varias experiencias de elaboración.

Es un proyecto muy apegado al entorno y donde cada elemento está pensado para ser la manifestación de un sentir gallego, dentro de un marco perfectamente identificable. Aspira a extraer el verdadero carácter de la variedad albariño y que ésta se exprese de forma auténtica.

Creé este proyecto con el propósito de sintetizar todas las experiencias acumuladas en mis anteriores bodegas con otros socios, con el ánimo de asegurar un recorrido en solitario que me permita elaborar los vinos tal y como  los concibo;  verdadero reflejo de terroir sin concesiones”, dice José Antonio.

Como la COMPAÑÍA DE VINOS TRICÓ responde a experiencias muy personales, las etiquetas también reflejen ese espíritu que se ha querido imprimir a todo.  El diseño de cada etiqueta guarda una historia familiar y local que de algún modo es también reflejo de un tiempo. Todos los dibujos están sacados de un cuaderno escolar de la madre de José Antonio que, siendo una niña en la aldea de Cequeliños, dibujaba, escribía y recreaba las historias de su infantil imaginación que han quedado entremezclados en los cuadernos de los deberes escolares. 

 

Los primeros pasos

En el año 2007 sale el primer albariño, TRICÓ, que se estrena en el mercado.  Nace con carácter y con más potencial de envejecimiento que los albariños al uso. Además, TRICÓ 2007 reveló el enorme potencial de parcelas concretas y abrió el camino para elaborar vinos de pagos ya perfectamente identificados que serían el germen de las siguientes marcas  que la bodega ha ido sacando al mercado a lo largo de los años.

 Cuando se dan circunstancias vitícolas y climáticas excepcionales, el viñedo se comporta de forma extraordinaria también. Fue exactamente lo que  ocurrió en la cosecha  2010. Al comprobar el alto grado y las cualidades de un depósito concreto, se optó por embotellarlo de forma. Se reconocía así la singularidad de un pago específico que dio lugar a elaborar NICOLÁS. 

Fue un año excepcional y NICOLÁS demostró la complejidad, la corpulencia, el volumen y la madurez que puede encerrar un albariño que, además,  gana con el desarrollo en botella.  Siempre que la naturaleza se muestre igual de generosa que en esa primera añada, habrá un NICOLÁS que así lo refleje .

Un año más tarde, en 2011, completa la gama el albariño TABLA DE SUMAR. La idea fue la de responder a la creciente demanda de un vino de corte más sencillo, pero que también fuera verdadera expresión de la uva albariño.  Un vino igualmente fiel a su entorno y su carácter varietal, pero más ligero y fresco. Un vino más alegre y sin vocación de guarda.

Para completar la gama, este año se estrena CLAUDIA. Otro vino de pago cuya uva delicada ha dado un vino más amable, con mayor perfume y delicadeza, pero igualmente expresivo y seductor. Un albariño de otro pago concreto que reúne cualidades igualmente reconocibles en un albariño, pero con un toque más elegante y amable que es también otra cara de la variedad autóctona de Galicia.